Juan Forn y la Medicina Ayurveda:
En su casa de Villa Gesell, Forn habla de la enfermedad que casi lo mata y lo llevó a mudarse, del médico hindú que lo salvó de una sobrevida penosa y de su último y bello libro, «Ningún hombre es una isla» (Emecé).
Un médico como la gente (fragamento)
En las primeras horas del pasado 28 de septiembre murió en el Hospital Lanari un hombre extraordinario llamado Domar Singh Madariya. Era médico clínico y reumatólogo. Era también licenciado en yoga y filosofía hindú. Fue el introductor de la medicina ayurvédica en la Argentina. Hizo una enorme, enorme cantidad de bien, desde que llegó a nuestro país en 1972. Aquí nacieron sus tres hijos, aquí fue feliz con su esposa y colaboradora Shoba.
Había nacido en la India Central en los años ’50, en una austera familia de agricultores. Intentó educarse hasta donde se lo permitió su origen social, trabajó luego en una siderúrgica de Bhilai, supo pronto que esa vida era incompatible con su naturaleza y dejó su pueblo, su familia y su trabajo para ingresar en un ashram de Benarés, donde pasó los siguientes siete años de su vida, estudiando yoga y filosofía hindú, y trabajando como voluntario en hospitales y escuelas de la región, y luego difundiendo la filosofía y práctica del yoga (…)
por gabriela cabezón cámara
Lo del escritor Juan Forn en Villa Gesell es una especie de leyenda en ese ámbito que él llama «gueto» literario y periodístico: el tipo que «dejó todo» y se fue a vivir a orillas del mar. «Todo» era su intensa labor en el periodismo cultural -dirigió el suplemento Radar entre 1996 y 2001-, y su, también intensa, gestión primero como asesor y luego como director de Editorial Planeta. Hoy, en su casa blanca a una cuadra del mar, Forn tiene tiempo. Ofrece té y mediaslunas, sonríe fácil y mira con mirada azul y relajada. Dice que lo que dejó está lejos de ser «todo». De hecho, comparte la crianza de su hija con su mujer, lee y escribe. Y acaba de publicar «Ningún hombre es una isla» (Emecé), una bella colección de biografías eruditas y fáciles de leer y originalísimas y luminosas, que aparecieron antes en contratapas de Página 12. «Todo», ahora, es lo que tiene en Villa Gesell.
Pero antes estuvo al borde la muerte. Y si todavía juega a la pelota y puede alzar a su hija es porque se encontró con el médico Domar Singh Madariya, uno de los personajes cuya vida relata en «Ningún hombre…», quien introdujo la medicina Ayurveda en el país. Escribió que le «devolvió el alma al cuerpo».
¿Qué significa eso?
Mi primera sensación después del coma y la pancreatitis fue de estupor, porque no había registrado ninguno de los mensajes de mi cuerpo y no había parado a tiempo. Y porque el cuerpo me había fallado. Eso te pone en una situación de miedo y de gran inseguridad. A mí me habían dicho que la única manera de seguir viviendo era parar antes de cansarme. Y todo lo que yo sé hacer lo sé hacer por tratar de entrar, por olvidarme de mí. Me negué a a aceptar pasivamente lo que me decían los médicos, querían operarme el páncreas y decían que sería insulinodependiente por siempre. Me sentía hueco, vacío. Y apareció este tipo y lo primero que me dijo es «usted no está enfermo. Lo que pasa es que no se está prestando la menor atención, usted no es usted en este momento de su vida»; el tipo me puso en caja de una manera mágica. Es cierto que nunca estás en un estado de mayor credulidad que cuando estás desesperado, pero tuve suerte. Al final de la primera entrevista, habíamos charlado una hora y media, salí rápido, bajé corriendo las escaleras del subte, llegó, me senté en el vagón. En ese momento me pregunté qué había pasado. Y sentí de golpe una ola de calor, que podría ser la propia del subte o que había corrido, lo que quieras. Pero ese calor no me lo olvido más, sentí que volvía a estar habitado. Eso es sentir que te vuelve el alma al cuerpo.
¿Cómo llegaste a Madariya?
Por insistencia de Flora, mi mujer. Sabía que había sacado de dos cánceres con fecha cierta de muerte a dos personas. Yo fui y 20 días después el cirujano dijo: «milagro, no hay que operar».
¿Cómo fue el tratamiento?
Me dio unas pastillas antivirales que sigo tomando. Desde entonces no tuve ni una gripe, nada. Sólo eso; la teoría de él, era que había cosas de mi vida que yo tenía que cambiar. A otras personas les dio dietas muy difíciles, a mí no. Ya había dejado el café, el alcohol y el cigarrillo y había cosas que no pensaba dejar y él me dijo que si me parecía que me hacían bien, siguiera- Forn, muy sonriente y relajado en la puerta de su casa, se despide recomendando dónde comprar un buen corte de carne en Villa Gesell, donde ahora le queda «todo». Los sucesores de Madariya atienden en la Fundación Ayurveda Domar Singh Madariya: http://www.fundacionayurveda.com.ar.